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- La Hereje
Creo que una de las cosas que más me ha formado como persona, gran parte de lo que soy hoy, es la religión, y no tengo nada bueno que decir al respecto. Nací en una familia católica y esa fue la religión que se me impuso; yo no la escogí. Conozco a Marco, Mateo, Lucas y Juan. No sé por qué no se pusieron de acuerdo para escribir el Nuevo Testamento, pero bueno, es lo que nos tocó. También tengo todos los sacramentos; puedo casarme mañana si quiero, no sería esa persona que hace su confirmación días antes de la boda solo para poder casarse. Pero soy la hereje. En mi casa no se iba a misa todos los domingos, solo cuando había que ir, y no había cosa que aborreciera más que tener que asistir. ¿Por qué forzar a los niños a estar sentados entre 45 y 90 minutos escuchando palabrerías que ni hoy en día entiendo? Mi familia materna es devota, pero la familia de mi papá es fanática; una categoría donde se manejan y manejan a los demás por medio del miedo. La religión fue la base de todos mis miedos desde que tengo memoria. A los 5 años me robé unas calcomanías en el mercado. Las escondí durante dos semanas detrás del tocador de mi cuarto, pero un día me descuidé y mi mamá las vio. Me las quitó y me dijo que Dios me iba a castigar. Tuve miedo por días, pensando que ya no iba a ir al cielo por haberme robado unas calcomanías. Eventualmente, como a todo niño, se me olvidó. Dentro de una iglesia sentí miedo una vez, a los 7 años. Una religiosa se acercó a darme un folleto para decirme que la vocación de monja era muy bonita, que me iba a encantar. Mis papás no se dieron cuenta porque yo estaba sentada sola en una banca hasta atrás, jugando. Solo sonreí y dejé el folleto escondido debajo de la banca, donde nadie lo viera, para que no me mandaran a ser monja, porque yo no quería usar un traje ni estar encerrada. ¿Dónde iba a quedar mi individualidad y mi libertad? La primera vez que me confesé fue a los 9 años, para hacer mi primera comunión, y fue uno de los días más terroríficos de mi vida. Saber que tenía que decirle a un completo desconocido todas las cosas malas que había hecho y que me iba a dar una penitencia para librarme de esos pecados me daba pavor. Y no acabó ahí, porque aunque en mi casa no se acostumbraba ir a misa todos los domingos, mi educación fue privada y católica, así que me tocaba confesarme todos los viernes en la escuela. El nivel de ansiedad que sentía es inexplicable. Pero mi miedo más severo fue el impuesto por la familia de mi papá. Mi papá falleció cuando yo tenía 14, y entonces su familia comenzó a involucrarse en nuestra crianza. Sin razón aparente, recibía comentarios como "cuidado con lo que haces", "cuida cómo te vistes", "cuida lo que dices", "date a respetar", "lo que hagas no solo se refleja en ti, sino en todos nosotros", y cada uno de estos venía seguido de un comentario que hipersexualizaba mi persona. Como niña, no entendía por qué me decían eso, solo sabía que algo no estaba bien y lo relacionaba con la lujuria, un concepto que conocía solo de manera textual, pero me causaba miedo. Miedo que yo traducía como amor. Pero el amor no atormenta, no controla ni sataniza. "Oísteis que fue dicho: No cometerás adulterio. Pero yo os digo que cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón." (Mateo 5:27-28) Me desarrollé al mismo tiempo que las demás, pero la fabulosa genética que heredé de mi mamá me hizo acumular más tejido graso en esos lugares donde se agradece tenerlo. Subo y bajo de peso, pero mi cuerpo es lo que muchas personas buscan en el cirujano. Yo no reconocía esto entonces, y fue apenas hace unas semanas, mientras leía Hood Feminism —libro que merece su propio post—que entendí que un cuerpo adolescente desarrollado es suficiente para estigmatizar. Al verme diferente a las demás, me gané el ser hostigada por algo que no podía controlar: mi desarrollo. "Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo." (1 Juan 2:16) Vivía con miedo a mi cuerpo, miedo a lo que pudiera pasar por el simple hecho de ser. Fueron unos años así hasta que se cometió el error de mandarme a una prepa laica. Ahí me di cuenta de que no sabía nada, y mucho de lo que creía saber no era verdad. Conocía otras religiones, pero pensaba que eran minorías y que nunca iba a conocer a alguien que no tuviera la misma religión que yo. Me habían dicho que tener la religión incorrecta significaba no ir al cielo, pero conocí a gente con otras religiones o sin religión, y para mí, no había razón para que se les negara nada. No podía creerlo. A los 18 comencé a alejarme de lo que conocía como normal. Mis amistades y creencias cambiaron. Y el desatarme de un dogma que no había hecho más que oprimirme durante mis primeros años de vida para mantenerme controlada a base del miedo es una de las cosas que me llevó a ser quien soy hoy. No estoy peleada con la religión; he tenido la oportunidad de conocer otras y las considero enriquecedoras, pero prefiero no etiquetarme ni practicar alguna en especial. Me rijo por hacer el bien sin mirar a quién y por no hacer lo que no quiero que me hagan. La Biblia fue escrita en hebreo, arameo y griego. Al traducirse, han surgido innumerables errores que pueden cambiar por completo su significado original. El Nuevo Testamento no está escrito desde cuatro perspectivas distintas, sino basado en relatos que les fueron contados a sus autores, como un chisme en el que opera el teléfono descompuesto. Además, al traducirse, sabemos que pueden ocurrir errores de interpretación. Pero, más allá de eso, ¿quién nos garantiza que las traducciones se han hecho de manera objetiva, sin intención de beneficiar o perjudicar a alguien? Catholic School Dropout No busco cambiar las creencias de nadie, solo quiero que veamos más allá de lo que se nos ha impuesto, que cuestionemos por qué la teología, dependiendo de su interpretación, ha sido utilizada como justificación para condenar y discriminar. Divorciarme de la religión católica ha sido una de las mejores decisiones que he tomado, un acto liberador que me ha llevado a ser quien soy hoy. Y está claro que mi vida no es perfecta, pero no hay manera de que la opresión hubiera mejorado mi situación. Si me dieran la opción de elegir otra vez, volvería a elegir este camino, por más difícil que haya sido. "No tendrás dioses ajenos delante de mí. No te harás imagen ni ninguna semejanza de lo que está arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra. No te inclinarás a ellas ni las honrarás." (Éxodo 20:3-5) Si quieres conocer más sobre mi historia, puedes comprar mi libro haciendo clic abajo. Parte de las ganancias se destinará a apoyar tratamientos de salud mental.
- ¿Qué estoy haciendo?
Y no, no me refiero a lo que estoy haciendo con mi vida, esa es una crisis existencial en la que ya estoy trabajando con mi psicóloga. Soy nueva en esto. La verdad es que no tengo gran idea de lo que estoy haciendo, pero sé que tengo varias metas que van hacia un propósito común, uno mucho más grande que yo. Por eso estoy aquí, haciendo todo lo que puedo. Desde que comenzó el año, me he estado preguntando por qué decidí hacer esto, ¿qué estoy haciendo?, y entre diarios y notas viejas encontré el porqué, la respuesta. La idea inicial la tuve en el 2020; tengo desde entonces queriendo llevar a cabo este proyecto. Estaba cansada de ver a gente en redes sociales que no se parecía en nada a mí y tampoco sentía una aspiración por querer ser como ellas. Me cansé de ver lo mismo, de que no se ofreciera diversidad, pero sobre todo REALIDAD, porque cuando quería empezar no sabíamos lo que hoy: que mucho de ese contenido que consumimos es falso. También quería llenar ese espacio de comunicación vacío donde nadie se dirigía a mí directamente, porque, aunque hoy en día hay medios que lo alcanzan, como SOMOS la rama latina de Refinery29 , no lo llenan. Porque, aunque está dirigida a latinxs, esta en ingles y esta mas que nada dirigido hacia la comunidad latina viviendo en Estados Unidos. Y yo vivo en México. Compartimos mucho, pero no es lo mismo, sigue habiendo diferencias. Sí, sí parezco Dora la Exploradora Después pensé en que ahora todos queremos hacernos famosos, tener mayor alcance. Digo "queremos" porque el día de hoy me incluyo . En el 2020, a manera de broma, dije que prefería tener un video en PornHub que un TikTok, y hoy me arrepiento. Aunque sé que el motivo por el cual busco tener mayor alcance es menos banal —porque con el alcance busco ayudar a comunidades y causas marginadas—, sigo siendo parte de ese grupo de gente que busca volverse "TikTok Famous". No lo he logrado, pero no quito el dedo del renglón. La realidad es que las posibilidades de que el 100 % de la población que busca lucrar con redes sociales lo logre, es 100% imposible. Por esto es este proyecto: para mostrar que querer ser chef, maestra, trabajador del sector salud, arquitecto, ingeniera, tener tu propio negocio, también es increíble. Que utilizar las redes sociales pasa a segundo plano, como herramienta de trabajo, y no se vuelve toda tu personalidad. Y, sobre todo, para mostrar que nunca es tarde para empezar. Que las edades marcadas para cuando "debe" seguir el siguiente paso, lo que nos han enseñado como el camino correcto hacia la adultez, no es una regla tallada en piedra. Podemos empezar de nuevo a los 20, a los 30, a los 40, a los 50 o cuando queramos. Y en los últimos meses, la idea original que tenía evolucionó en mi cabeza. Ya no solo era querer dar visibilidad a todas estas formas de vida, ya era algo más grande que eso. Ahora era hablar de otros temas: salud mental, educación sexual, violencia de género, todos esos temas considerados "progresivos" de los que poco se habla, esos que no te muestran a menos que tu algoritmo lo reconozca como un tema de interés, pero solo te lo muestra a ti porque a ti te interesa. La situación es que la desinformación o la falta de información puede tener resultados poco agradables. Desde cosas simples como una mujer que no conoce su anatomía y probablemente nunca ha tenido un orgasmo, hasta mujeres que no conocen sus derechos y viven bajo violencia, hombres que piensan que el aborto es un asesinato y creen que pueden decidir sobre el cuerpo de una mujer, o poblaciones que no conocen la cara de la depresión y piensan que todo está bien y no entienden cómo es que una persona decidió ya no estar, si "siempre estaba feliz". Hablé con Linnet , mi psicóloga, acerca de este proyecto. No le di todos los detalles, pero me comentó que, cuando ella trabajaba en un programa contra la violencia de género, muchas mujeres se acercaban a ellos después de ver publicaciones y noticias en las redes sociales del programa. Y ese fue el pequeño empujón que necesitaba para convencerme de que la idea quizás era buena. Pero ¿por qué yo? ¿Por qué hablar, escribir, publicar, dar mi opinión o decir lo que pienso si la realidad es que no siempre me ha llevado a nada bueno? Creo que es precisamente eso: que, a pesar de que no siempre me da un buen resultado, el silencio nunca ha sido opción. Y no es que vaya por la vida dando mi opinión nomás porque sí, pero hablo cuando es necesario hacerlo. Hablo porque me caga que las cosas que hacen los demás estén mal hasta que te toca a ti. Porque no queremos que nadie sepa nuestras penas, pero estamos siempre dispuestos a hablar mal de los demás. Porque soy una persona llena de imperfecciones, pero dentro de todas mis imperfecciones trato de mantenerme lo más real posible. Y entiendo, entiendo que hay gente que simplemente no comenta o no opina porque no conoce del tema, pero ¿por qué no informarse? ¿Dónde quedaron todas esas personas hambrientas de saber? Recientemente leí un libro. Se llama Hood Feminism , de Mikki Kendall. Lo compré por dos razones: me ganó la mercadotecnia de la página de Girlboss y amo leer e informarme. Pensé que el libro no resonaría del todo conmigo porque habla del feminismo desde la perspectiva de personas de color viviendo en Estados Unidos, pero mi intención era leerlo porque me gusta entender diferentes perspectivas y experiencias de vida. Me equivoqué. Pude identificarme con muchos aspectos. No entraré mucho en detalle; este libro lo discutiré más adelante en otro post. Pero hay un párrafo en el libro que habla de una tía que es pro-vida, anti-LGBTQ+, que va a convivir con su sobrina, quien es pro-elección, pro-diversidad. Para mantener la paz en la cena, estos temas no se van a discutir. No soy una persona complaciente, no voy a decir que nunca lo he sido porque mentiria, ha habido momentos en mi vida donde tuve que serlo para poder encajar porque si me he sentido con la necesidad de encajar pero al hacerlo sentía que me estaba vendiendo, sentía que perdía mi individualidad. Y en los últimos años me he callado mucho porque ca Yo no soy, y nunca he sido, esa sobrina. A mí no me interesa tener paz en la cena de Navidad si afuera hay gente que tiene que seguir marchando por sus derechos. Reconozco que este esfuerzo no va a llenar todos los espacios que faltan por llenar, pero, aunque lo que haga sea pequeño, quiero hacerlo. Y esto es para la Andrea que, de niña, quería ser como su papá. Ese papá que siempre tenía una mano que extender y una historia que contar. Querida yo, te amo. Si quieres conocer más sobre mi historia, puedes comprar mi libro haciendo clic abajo. Parte de las ganancias se destinará a apoyar tratamientos de salud mental.
- Las cosas no siempre son como uno quiere
En un mundo ideal, mi vida hubiera sido de esta manera: me habrían tocado papás responsables y amorosos, que me dieran la atención necesaria para poder desarrollarme plenamente no solo todos los regalos —que agradezco, pero no necesitaba— y la educación. Mi papá no habría fallecido tan joven y yo no habría sido la niña que no tiene papá. Tampoco hubiera tenido que convertirme en adulto a los 14, ni comportarme como adolescente a los 20. En un mundo ideal, en vez de salirme de clases en la prepa porque veíamos el mismo tema tres o cuatro clases seguidas, hubiera sido paciente e inteligente, y me habría aguantado aunque estuviera aburrida. No habría reprobado semestres por faltas, y me habría graduado con... ¿mis amigos? Más bien con mi generación. También hubiera sido perfecto tener una idea de qué quería hacer con mi vida. Pero creo que era imposible pensar en eso mientras sobrevivía. Pero las cosas no siempre son como uno quiere. O como cree que quiere. Por lo menos, para mí. Me hubiera encantado tenerlo todo: los papás, el amor, los amigos, graduarme con mi generación, haber estudiado una carrera en cuanto salí de la prepa. A los 22 o 23 ya estaría trabajando, y para hoy, probablemente ya habría crecido dentro de mi puesto. Sé que no soy una persona fácil. A veces ni yo me entiendo. Quizás también sería ideal ser más sumisa, más callada, más complaciente... ¿quizás si fuera así ahorita tendría pareja? ¿Estaría casada? ¿Con hijos? Afortunadamente, casarme y tener hijos jamás ha estado en mis planes. De niña no tuve muñecas que fueran bebés, y con la cocinita y la casita que tenía, jugaba a que tenía un restaurante. Nunca a la casita. Si hubiera jugado a eso, seguro ahorita estaría que no me aguanto —más de lo que ya me aguanto. Pero de haberlo querido, probablemente sería una más de las cosas que me agobiara. Lo ideal, lo ideal… hubiera sido no perderme tantas veces en el camino. Y es que mi vida, hasta el día de hoy, no ha sido lo que había esperado. O no lo que había esperado porque creo que no esperaba nada. Más bien, no ha sido convencional. No ha seguido esa línea que nos han tatuado de cómo debe ser una vida. Tengo 33 años. No tengo casa. No tengo carro. No estoy casada. No tengo novio. Tampoco quiero ser mamá. Tenía independencia, trabajaba desde casa, vivía donde me diera la gana. Me fui a Playa del Carmen y de ahí a Ensenada. Pero mi salud mental se estaba deteriorando, y dejé todo de un día para otro. Regresé a casa de mi mamá. Ahorita no tengo cuarto propio. No tengo privacidad. Empecé a estudiar la carrera que quería apenas hace unos años, a los 29. Y aunque sé que si la hubiera hecho antes, a la edad que se supone que uno estudia, no habría tenido ni la madurez ni las ganas, y la carrera la habría elegido por todas las razones equivocadas… a veces me pregunto “¿y si hubiera?”. Empecé a estudiar la carrera que quería apenas hace unos años a los 29 y aunque se que de haberlo hecho antes a la edad que se supone que uno estudia, no habría tenido la madurez ni las ganas, y la carrera que escogí la habría estudiado por todas la razones equivocadas, a veces me pregunto que si hubiera. El libro que recién publiqué lo escribí en el 2020, y me tomó cuatro años estar lista para sacarlo. Sentía que algo le faltaba. Retomándolo en noviembre, me di cuenta que no le faltaba nada. A la que le faltaba algo era a mí. Yo era quien no estaba preparada. Siempre pensé que haría esto de manera anónima. Pensé que primero haría el blog, manejaría redes sociales, generaría un público… y hasta entonces publicaría un libro. Y con el libro, mostraría quién soy. Pero eso tampoco salió como lo planeaba. Más que nada porque mi cabeza no me daba para poderme enfocar en nada, hasta que llegué al punto en el que de verdad tenía que hacer algo. Más bien, sentía una necesidad enorme de hacer algo , y sabía que si no lo hacía, me iba a ahogar. Y por eso publiqué el libro. Y la verdad es que, a pesar de todo, no cambiaría nada. Hay algo hermoso en todo lo inesperado que me ha pasado. No sería la persona que soy el día de hoy. Y con todo y que no soy monedita de oro, ni le caigo bien a todos, me encanta ser quien soy. Sí, he caído muchas veces en la mercadotecnia y en el “qué dirán”. Y probablemente lo seguiré haciendo. Pero no hay fecha ni edad exacta para terminar de descubrir quién eres. Se me haría más aburrido ya saberlo y vivir una vida sabiendo qué va a pasar el siguiente día. Las cosas no siempre son como uno quiere. Y esta bien. Si quieres conocer más sobre mi historia, puedes comprar mi libro haciendo clic abajo. Parte de las ganancias se destinará a apoyar tratamientos de salud mental.
- El Semanario de Andrea
Yo soy Andrea, y sí, este blog es acerca de mí. Pero no de manera egocéntrica... creo. Es más bien como un diario donde, semana con semana, voy haciendo razonamientos en mi cabeza que quizás a veces puedan ser repetitivos, a veces no tengan sentido, y otras veces sean hasta contradictorios. No soy perfecta, ni busco serlo. Estoy tratando de entenderme, y si en mi proceso puedo ayudar porque alguien se identifica con algo de lo que digo, qué mejor. Por eso decidí crear este blog y hacerlo público. Así que aquí les van unas cositas básicas acerca de mí, para que me entiendan mejor: Ya les dije que soy Andrea. Tengo treinta y pocos años, una perra que se llama Maya María, y tenía un gato que se llamaba Gato. Soy de Mexicali, la capital de Baja California, justo en la frontera con Calexico, una pequeña ciudad de Estados Unidos. Nuestra comida típica es la comida china. Sí, hay un cerco gigante que más que dividir un país, parece que está dividiendo una misma ciudad en dos. En esta frontera cruzamos el cerco caminando y ya estamos en otra ciudad habitada. A mi mamá la menciono mucho. No le digo “mamá”, le digo la Mary , porque así se llama, pero no le gusta… y aquí vivimos para molestar a los papás. A Linnet también la menciono seguido. Es mi psicóloga y ha estado conmigo desde el 2022. Gracias a ella sigo aquí, porque realmente mi vida era un caos. También gracias a mi maestra de Desarrollo Humano, Claudia Linares , que fue quien me refirió con ella. Les repito: probablemente repita escenarios, a veces no haré sentido, a veces me voy a contradecir y muchas veces tendré la idea o la palabra incorrecta. No vengo a predicar, vengo a deshacer un nudo de ideas, esperando ayudar un poco en el intento. Si quieres conocer más sobre mi historia, puedes comprar mi libro haciendo clic abajo. Parte de las ganancias se destinará a apoyar tratamientos de salud mental.
- Por lo que viene, este último día del año.
Último día del año. Lo logré, no me morí, sobreviví a mis pensamientos y sigo aquí. Todavía tengo muy presentes mis últimos días del 2023, como si hubieran sido la semana pasada. Puedo sentirlo todo como si siguiera ahí. Y sabiendo que mis últimos dos años no habían traído más que cosas buenas, con sus debidos altibajos, tuve la soberbia de creer que este año sería igual o mejor. Por supuesto, me equivoqué. Pasar la Navidad del 2022 con mi familia en Mexicali no fue placentero. Yo imagino que todos tenemos esos familiares que creen saberlo todo, que quieren opinar sobre las decisiones que tomas y decirte por qué estás mal y qué debiste haber hecho para hacerlo mejor, sin tener todo el contexto. Me gusta pensar que todos los tenemos porque entonces todos los entendemos. No creo tener la razón ni estar bien en muchas de las decisiones o acciones que tomo, pero solo yo conozco todo el trasfondo, solo yo sé lo que hay detrás de cada elección y solo yo puedo decidir qué hacer o cómo actuar. Es mi vida. Yo decido y si la cago, que muy probablemente lo voy a hacer entonces aprendo. Pero escuchar opiniones de personas que si, amo con todo mi ser, pero no dejan de ser opiniones desacertadas y desinformadas me saca de quicio. Así que, para cuidar mi paz mental, tomé mi mochila y el 25 de diciembre a las seis de la tarde ya estaba de regreso en mi departamento en Ensenada . Usualmente, cuando me siento triste, prefiero pasarlo sola. No considero que me aíslo, simplemente me gusta deshilar lo que siento en silencio, sin estímulos ni comentarios del exterior. Por esto, decidí recibir el año nuevo 2023 sola. Los pocos amigos que tengo en Ensenada me invitaron a pasarlo con ellos, pero pasar un Año Nuevo sola era algo que tenía años queriendo hacer y nunca se había prestado la oportunidad. Hice cena, me arreglé para mí y me senté en el comedor a comer sola, en silencio, a reflexionar y llorar. Sí, fue un llanto de tristeza, pero fue liberador. A las doce encendí velas, abracé a mi perra Maya María y lo único que me propuse fue pasar una mejor Navidad y Año Nuevo el siguiente año. A las 12:20 ya estábamos acostadas en cama después de habernos lavado la cara y los dientes. ¿Volvería a pasar un Año Nuevo sola? Por supuesto que sí, pero por el gusto de pasarlo sola, no por huir de situaciones incómodas y siempre acompañada de la Maya María . Gato El 2023 fue un excelente año, principalmente porque no me propuse nada que no pudiera cumplir. Lo inicié haciendo algo que jamás pensé que haría en mi vida: adopté un gato y lo llamé Gato. Lo terminé cumpliendo mi propósito. Aprovechando que tenía dos amigas viviendo en la Riviera Nayarit y no tenía que pagar estancia, compré un vuelo redondo a Puerto Vallarta para pasar las fiestas allá. El 24 de diciembre del 2023, por la tarde, volé de Tijuana y llegué al aeropuerto de Vallarta a las ocho de la noche, donde mi amiga Vero ya me estaba esperando. Salimos a cenar, solo ella y yo. Terminando la cena nos fuimos a caminar por el malecón, sin la expectativa de tener que pasarla bien a huevo, sin presión de hacer algo forzosamente. Simplemente caminamos, platicamos y ya. La Navidad la pasamos durmiendo y comiendo tenders de pollo. No salimos, no nos bañamos. El 27 de diciembre, Vero se fue a León para recibir el Año Nuevo 2024 con su hermana y yo tomé un autobús a Sayulita para pasarlo con Camila, una amiga que Playa del Carmen me dio. En Sayulita conocí a muchas personas increíbles y una lección de vida, pero eso lo hablaré después porque es otro tema que no tiene lugar aquí. No fue la fiesta más divertida, todavía no me ha llegado el Año Nuevo en el que pueda decir "wow, qué bien la pasé", pero fue mejor que muchos otros en definitiva. Regresé a mi vida el 3 de enero del 2024, cansada pero feliz y decidida a llevar a cabo muchos planes. Quería hacer cambios, vivir al máximo este nuevo año, pero la vida tenía otros planes para mí. No fue un mal año, solo un año lleno de aprendizaje (demasiado aprendizaje) y crecimiento que vino con sus debidos golpes, porque en esta vida no se aprende a las buenas. Los primeros seis meses fueron tan caóticos que, para junio, me quería morir. Pero morir en serio. Sentí miedo. Miedo porque, por primera vez, me sentía capaz de hacer caso a esos pensamientos. No era la primera vez que los tenía, pero sí era la primera vez que me convencían. Esa noche de junio le hablé a Linnet, mi psicóloga, y le dije que, después de años de que ella lo hubiera sugerido, estaba lista para ir al psiquiatra, porque esta vez ya no podía controlarlo. Sabía que no podía estar sola. Sabía que, de estarlo, iba a hacer algo. Así que, después de hablar con Linnet, hablé con la Mary, mi mamá, y no le di detalles, pero le dije que ya no podía. Que estaba cansada. Cansada de intentar mantener un equilibrio entre la escuela y el trabajo, de mantenerme a flote, de sobrevivir, de intentar. Me respondió con un "Regrésate, aquí tienes tu casa". Y eso hice. La verdad es que ya tenía meses sintiéndome así, como si ya no pudiera más, pero no decía nada porque sabía que la solución era dar un paso atrás. Siempre he tenido la opción de regresar a casa de mi mamá, y no me negaba porque no pudiera vivir con la Mary. La dinámica en mi casa no es común, pero funciona tan bien que, en realidad, podría vivir con ella toda la vida. Pero ese no era el problema. El problema era que, después de años de haber vivido sola, de ser un adulto independiente, ¿cómo iba a regresar a casa de mi mamá? Se sentía como un completo fracaso. Pero esa noche, al ponerlo todo sobre la balanza, me pareció mejor el fracaso de regresar a vivir con tu mamá a los 33 que hacer algo de lo que pudiera arrepentirme desde el limbo o en otra vida. La mudanza no fue fácil y, en todo ese proceso, Gato se escapó . Hice de todo. Lo busqué día y noche, hablé con otros gatos para que le dijeran que volviera, saqué su cama y su arenero para que oliera su espacio. Me dijeron que iba a volver, que los gatos siempre vuelven, que no le pasaría nada porque saben sobrevivir en la calle. Pero yo dudaba que Gato pudiera hacerlo. Estaba acostumbrado a tomar agua de garrafón y a comer sobres todos los días. Lo encontraron. Cuatro días después de que llegué a Mexicali, el 1 de agosto, un amigo me habló para decirme que lo había encontrado. Pero ya había muerto. Lo voy a extrañar siempre Estuvo 12 días perdido y lo único que me consoló fue que no me quedé con la duda de que la pasó y que pude quedarme con sus cenizas con la ayuda de lo que llame SEMEFO animal. Eternal Rest , un servicio de cremación en Ensenada, con una sola llamada y sin pedirme ningún anticipo fueron a recoger su cuerpecito que estaba a dos cuadras de donde estaba el que era mi departamento y unos días después se lo entregaron a una amiga veterinaria, Keren , que hice en mi última semana en Ensenada. La empatía que recibí de ellos, no tiene comparación. Que manera tiene la vida de patearte cuando ya estás caído. Y aún no me siento preparada para hablar abiertamente de absolutamente todo lo que pasó en mi 2024, pero pronto lo haré. Pero, con todos esos golpes que la vida me dio este año, logré hacer aquello que jamás pensé que iba a lograr. Moría de miedo de morir sin haberlo hecho, pero lo hice: logré publicar mi libro . Aún no es algo grande, pero para mí es el mayor de mis logros porque era algo que veía lejano. Y, después de leer mi diario, me di cuenta de que ese era el propósito de este año, pero con tantas situaciones pasando a mi alrededor, lo había olvidado. Se Me Olvidó Vivir Unos Años Y ya no me quiero morir, pero ya no tengo miedo de morirme. Porque esa fue otra situación que enfrenté: cuando ya todo parecía estar bien, solo podía pensar en qué podía salir mal. Pero, al igual que otros temas, lo hablaremos después. Creo que este año entendí que quizás mi propósito en la vida es vivirlo todo, recibir la mayor cantidad de golpes y pasar lo aprendido a los demás para que sus golpes no duelan tanto. Para demostrar que, aunque parezca que todo se cae alrededor, aunque sientas que te estás ahogando, la vida sí sigue, y sí volvemos a respirar y ser felices. Y vivir con mi mamá no fue un retroceso. Sí, fue un paso atrás, pero para tomar impulso y seguir adelante. 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